Cuando recién veníamos llegando de un campamento, este sector se llamaba Villa Cordillera, todos teníamos conocimiento de que estas casas eran para los "Milicos" pero que no las habían aceptado porque eran muy chicas. El sueño de la casa propia, era algo lejano porque éramos muy pobres, algunos vecinos hacíamos filas enormes para comprar pan frío y con esa pobreza comprarse una casa era imposible.
Recuerdo que cada uno de nosotros, tuvo que hacer un esfuerzo para pagar lo que en ese entonces se pedía, eran cerca de 10.000 pesos, pero en esos años era harta plata así que había que hacer sacrificios.
Cuando me dijeron lo que debíamos pagar para tener la casa, no sabía de donde sacar la plata porque trabajaba haciendo aseo y el sueldo no era muy alto, así que con el dolor de mi alma tuve que vender mi cocina, era a leña porque no alcanzaba para una a gas.
Cociné en el piso para poder pagar mi vivienda, chica o no, para nosotros era emocionante poder dormir bajo un techo y rodeados de murallas sólidas, no importaba si nos teníamos que apretar un poco. En esos años, con las otras casas nos compartíamos la comida, los hijos de mis vecinos eran y son como hijos para mí, crecimos y formamos nuestras vidas en un entorno unido, esforzado y con grandes sueños.
Cuando mis vecinos comenzaron a vender droga nadie se metió, un error enorme considerando que lo primero sería ver cómo destruían sus propias vidas, aun no entiendo qué fue lo que nos detuvo para ir y encararlos, probablemente la inocencia de no poder evidenciar en qué se convertiría todo esto. Así, de a poco comenzaron a irse vecinos de toda la vida, otros se unieron al tráfico de drogas y fueron llegando nuevas familias, todo esto en un entorno que caía lentamente frente a nuestros ojos.
Las balaceras en un principio eran aisladas, nuestros hijos y nietos podían jugar hasta tarde en las calles, porque las rivalidades entre bandas nunca fueron un problema, pero hoy todo esto se almacena en recuerdos que están muy lejos de volver a ser una realidad. Nos acostumbramos al sonido de los balazos, llegando incluso a poder diferenciarlos de un fuego artificial, para nosotros la población a veces "Está mala" y de luego "Se pone buena", es como una montaña rusa.
Estas últimas semanas "La Carol" ha estado mala, nos encontramos en el lugar más bajo de esa montaña, donde nos sentimos atados de manos, donde lloramos porque nos sentimos en un vacío, donde las drogas tienen el poder de intimidarnos.
Todos los esfuerzos que hicimos para conseguir nuestras casas parecen ser nada, estamos dispuestos a vender incluso por la mitad de lo que están avaluadas, queremos salir corriendo para dormir tranquilos.
Recuerdo que un día sentí escalofríos porque escuchaba las balas caer en mi techo, en ese entonces recordé a mis vecinos que tienen una casa de segundo piso, me paralicé imaginando lo peor, esa noche francamente no pude dormir, primero que todo por el ruido que era estar como dentro de una guerra y segundo, porque era difícil dormir sin saber si tus vecinos siguen vivos.
Es difícil salir a la calle mirando a todos lados, escuchando como toda la gente dice "Vende la casa y ándate", viendo restos de balas en el piso, es difícil hablar del tema sin que la voz te tiemble, es difícil poder dar a conocer lo que cada uno de nosotros siente.
Queremos ayuda, queremos protección, queremos poder salir de nuestras casas para poder ver crecer a nuestros hijos y nietos en un entorno feliz, así como lo éramos hace algunos años.